He recibido otra consulta de una joven.
Aquí presento mi respuesta. Espero que le sirva de ayuda.

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Haruko (34 años)

Voy a escribir un mensaje largo, pero le agradecería que lo leyera hasta el final.
Llevo mucho tiempo luchando contra la sociedad dominada por los hombres y he acabado sintiéndome sola. Empiezo a sentir que la forma en que he vivido no ha sido correcta, y me gustaría replantearme cómo vivir mi vida como mujer. No estaba segura de que este espacio fuera el adecuado para consultar mi problema, pero decidí publicarlo de todos modos.

Mi padre era un asalariado, un oficinista de cuello blanco, egresado de una prestigiosa universidad nacional y mi madre era un ama de casa que había trabajado previamente como profesora. Crecí en un entorno familiar afortunado desde el punto de vista económico y educativo. Sin embargo, mi padre tenía un trastorno mental debido a las relaciones estresantes de su trabajo y a menudo abusaba verbal y físicamente de mi madre.

Mis abuelos paternos a veces nos visitaban. Le decían a mi madre que debía aguantar a mi padre porque él era un empleado de “élite”, y le reiteraban, “él es un hombre muy inteligente, así que tenemos que tolerar su comportamiento inusual”. Yo me preguntaba cómo podían decir algo así, cómo podían pensar que mi padre podía usar la violencia contra alguien vulnerable como mi madre, sólo por ser más inteligente o tener un estatus social más alto. Nunca estuve de acuerdo con ellos y sentía una fuerte antipatía por lo que mis abuelos decían.

En ese momento, decidí que algún día humillaría a mi padre convirtiéndome en una persona más educada y respetable que él. Estudié mucho y aprobé el examen de ingreso a la universidad de la que se graduó mi padre. Elegí mi carrera en función de mis propios intereses, pero la principal motivación para sobrevivir al riguroso y competitivo periodo de preparación del examen fue el odio hacia mi padre.

Mi madre me contaba a menudo la historia de su abuela para animarme a seguir estudiando. Decía que su abuela había guardado un rencor toda la vida pues no le habían permitido estudiar por el simple hecho de ser mujer. Por eso, ella siempre animaba a sus hijas y nietas a seguir estudiando, y nos decía: “las mujeres también debemos estudiar para poder triunfar en este mundo dominado por los hombres”. Pasé mi adolescencia desarrollando un odio y desprecio hacia la sociedad centrada en lo masculino, tal como lo sentía por mi padre.

Desde que entré en la universidad, empecé a poner en acción mi rencor contra la sociedad masculina. Me uní a un grupo de actividades extracurriculares, pero estaba enfadada con el sistema organizativo que se centraba en los hombres y trataba a las mujeres de forma desigual. Al mismo tiempo estaba enfadada con las mujeres del grupo, que aceptaban y admitían ese sistema. Luché por mejorar la situación del grupo femenino y tuve algún tipo de éxito. Entrenaba mucho más que los hombres y discutía con ellos en igualdad de condiciones y me esforcé para evitar ser considerada un miembro del “grupo débil de mujeres”.

Incluso al entrar en la escuela de posgrado seguí con la misma actitud y comportamiento. Iba con los hombres en viajes de investigación de campo que se desarrollaban en entornos difíciles a los que las mujeres no solían asistir. Logré tener una presencia destacada en la comunidad masculina y me sentía orgullosa de mí misma por no ser vista como un objeto de interés romántico. En otras palabras, tenía miedo de que me consideraran un ser débil por ser mujer, y me rechazaba a mí misma como mujer. Tenía un miedo constante de que, si me consideraban una mujer débil, me convertiría en objeto de violencia doméstica, o terminaría atrapada en un ambiente infernal de abusos dentro del hogar si me casaba.

Después de obtener un doctorado y conseguir un trabajo como investigadora, fui tomando conciencia de la situación social de las mujeres. Con el paso del tiempo, y a medida que mi fuerza física disminuía, empecé a cansarme de luchar contra la sociedad dominada por los hombres (así como de luchar contra mí misma por ser mujer). Al mismo tiempo, intenté salir con hombres o encontrar a alguien con quien pudiera casarme, pero no funcionó. Aunque nunca tuve el anhelo de casarme, estaba celosa de mis colegas y amigas que encontraban la felicidad en su matrimonio.

También me sentía frustrada conmigo misma porque no conseguía esa felicidad. Me sentía culpable por no poder tener una familia y envidiaba a las mujeres que (parecían) hacer bien su trabajo y cuidar de sus familias de forma impecable. También me frustraba ver cómo mis colegas hombres se casaban uno tras otro y progresaban mucho en sus campos de investigación. Después de todos esos años de lucha contra la sociedad dominada por los hombres, me di cuenta de que me había convertido en el tipo de persona que no pertenece a ningún grupo, ni a hombres ni a mujeres, y me sentí como abandonada en el mundo.

Fue durante este tiempo de soledad que leí por casualidad su discurso en la ceremonia de ingreso de la Universidad de Tokio. Me impresionó profundamente su mensaje. Empecé a estudiar poco a poco sobre el feminismo y la igualdad de género. Quizás mi conocimiento sobre esos temas no sea suficiente, pero pude comprender por primera vez las circunstancias de mi vida de una forma objetiva, y vi que las causas de la violencia doméstica, las insatisfacciones, las expectativas transmitidas de madres a hijas, y la división entre hombres y mujeres son justamente lo que yo experimenté.

Sin embargo, me di cuenta de que mi lucha contra la sociedad dominada por los hombres no había sido para lograr un estatus dentro la sociedad como mujer, sino para que los hombres me aceptaran como su semejante, obligándome a encajar en la sociedad dominada por los hombres y a ser más masculina que ellos. Luché tanto que me agoté mental y físicamente, pero ¿valió la pena hacerlo? ¿O simplemente había sido manipulada por la sociedad dominada por la masculinidad? Este tipo de pensamiento me ha atormentado y me ha dejado una fuerte sensación de pérdida. No puedo encontrar una respuesta sobre cómo debía haber vivido o cómo debería vivir mi vida a partir de ahora.

Nunca he estado orgullosa de ser mujer.
¿Hay alguna forma de tener una visión positiva hacia el hecho de ser mujer?
¿Hay algo que se pueda hacer para reducir el número de mujeres que, como yo, libran esta batalla innecesaria contra los hombres?
Seguiré buscando una respuesta, pero le agradecería que me diera algún consejo.

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Querida Haruko-san,

Me dolió profundamente leer tu larga “confesión”.

Es admirable la reflexión crítica sobre tu vida que has hecho en tu mensaje. Debes ser una persona muy inteligente para haber podido hacerlo a pesar de que debió haber sido una labor muy dolorosa.

El odio hacia tu padre y su actitud patriarcal, el resentimiento hacia tu madre indefensa, el esfuerzo para ser igual a los hombres, el rechazo de tu propia feminidad, el sentimiento de vacío respecto a lo que has conseguido, la magnitud del sacrificio que hiciste para ello... Los estudios de mujer y de género ofrecen un concepto que explica experiencias como las tuyas. La trampa en la que caíste se llama “misoginia”, que significa “odio a las mujeres”. Para las mujeres, esto significa un “odio a ser mujer”, una negación de sí mismas. No les gusta ser mujer, quieren negar su aspecto femenino, no toleran que otras mujeres se comporten como una mujer. (Algunos de estos sentimientos de odio incluyen la “fobia a la debilidad”, es decir, la incapacidad de aceptar que las mujeres sean débiles).

Siempre me he preguntado por esta actitud así que escribí un libro al respecto.

Chizuko Ueno (2010) Misoginia: El odio a las mujeres en Japón (Onnagirai: Nippon no Misogyny), Librería Kinokuniya.
Chizuko Ueno (2018) Misoginia: El odio a las mujeres en Japón (Onnagirai: Nippon no Misogyny), Asahi Bunko.

女ぎらい (朝日文庫)

著者:上野千鶴子

朝日新聞出版( 2018/10/05 )

¿Por qué escribí un libro sobre la misoginia? Porque yo misma la sufrí. En esta sociedad de machistas, la misoginia se les imprime a las mujeres desde su infancia. Para mí, el feminismo es un proceso para deshacer por mí misma el lavado de cerebro de la sociedad sobre cómo deben comportarse las mujeres. He dicho “por mí misma”, pero probablemente esta no es la expresión correcta. De hecho, hemos podido aprovechar la sabiduría de nuestras predecesoras, quienes han luchado por resolver sus propias preguntas sobre la misoginia.

Mucha gente me dice: "Señora Ueno, es usted misógina, ¿no?"
Y yo suelo responder: "Sí, es cierto. Por eso soy feminista".

Para una mujer completamente libre de misoginia (no creo que exista una mujer así en este mundo) el feminismo no sería necesario. El feminismo me ha proporcionado un marco conceptual y una protección para luchar contra la misoginia. Muchas de nuestras compañeras y de las mujeres que nos precedieron han acumulado experiencias y conocimientos a los que podemos recurrir. Esa sabiduría me ha permitido luchar y expresarme.

Tu abuela quería seguir estudiando, pero no se lo permitieron. Tu madre obtuvo un título de profesora, pero tuvo que ocuparse de su tiránico marido. Tú, como su hija, obtuviste un doctorado (probablemente realizando las expectativas de tu madre) y entraste en una profesión a la par con los hombres. Las generaciones más jóvenes han aprendido qué hacer y qué no hacer tras ser testigos de las luchas de las generaciones anteriores. En cada generación han existido mujeres que “no tenían otra opción que vivir de ese modo”, pero gracias a esas mujeres, las generaciones siguientes han podido aprender, así esas mujeres no fueran buenos modelos.

Tengas o no una familia, estás marcando los pasos de la historia. Hubo un tiempo en el que a las mujeres no se les permitía tener una educación. Después, uno en el que las mujeres no podían aprovechar su educación, aunque la tuvieran. Luego hubo una época en la que las mujeres tenían que vivir “como los hombres” para aprovechar su educación. Finalmente, ha llegado el momento en que las mujeres podemos recibir la misma educación que los hombres, y podemos elegir nuestra propia vida (las opciones han aumentado) sin tanto esfuerzo. Por lo tanto, por favor, siéntete orgullosa de ti misma. Has vivido tu vida de la mejor manera posible según las circunstancias de tu tiempo.

Traducción de María Lucía Correa y Tomoko Watanabe

Artículo original en japonés:「自分が女性であることを誇りに思えたことがありません」ちづこのブログ 146 Traducción en inglés: "I’ve never been proud to be a woman": Chizuko's blog No. 146